March 15, 2007

Este post es largo...

Hay días en que por extrañas e inexplicables razones, el mundo gira en torno a las mismas cosas y de manera contagiosa; el ruido, el silencio, la tristeza, el pánico, la desilusión, van de la mano, entre unos y otros. En este punto, nos sentimos uno mismo.
Hacemos del dolor ajeno algo propio, ya que es una manera no solo de humanizarnos, si no... de sentirnos más cercanos, más reales, más expuestos. Muchas veces enfrentando penas ajenas logramos encarar nuestros más profundos miedos.
Es una interacción particular. Muchas veces antagónica pero no por ello, menos real.
Es de alguna manera la única forma de decirnos: aquí estamos, aquí estaremos. Lo sentimos, lo sentiremos y cuando todo suceda, cuando pase lo que tenga que pasar, aún permaneceremos, acá o en los corazones pero por lo menos sabremos que hemos estado.
Aún rondaremos por aquí para seguir conjugando el verbo Apoyar.
Dentro de todo lo malo, me ha hecho gracia ver como algunas personas en su afán de ocultar su propio miedo irracional de perder a un ser querido, al ser más importante que tenemos; se escandalizan por palabras usadas, dichas al aire, dichas desde el corazón y con desespero.
Dichas desde la desilusión y el temor.
Si nos detenemos a pensarlo un poco, las personas creyentes de Dios deberían saber que si somos hechos a su imagén y semejanza, podemos despotricar cuanto queramos porque somos parte de él.
Si el nos dió la oportunidad de sentirnos heridos y de reaccionar, por que no habría de darnos la oportunidad también en un momento de furia de escandalizarnos antes sus actos, ante sus decisiones?
Por que no echarle la culpa a él precisamente que supuestamente es el dador de vida, el único maestro del universo?
Me parece una consecuencia lógica. Me parece un hecho válido.
Cuantos de nosotros no hemos pasado por tonterías insignificantes y al acto lanzamos al aire un Maldito sea? Que significa eso?
En mi concepto: Maldecir es dejarle la puerta abierta a algo peor que Dios, y aún así lo hacemos todos los días o por lo menos, tres veces por semana.
Por que no asumir con respeto que todos, aunque uno, somos depositarios de distintas formas de ser y de ver. Que el dolor lo asumimos de distintas formas y con el, asumimos de distintas formas el sobrellevarlo.
Esto me hace recordar cuando tenía 7 años y murio mi padre...
Lo recuerdo sentado en un sillón a las 12am leyendo el períodico, pensando, firmando el permiso de mi hermano mayor, en ese entonces de 17 años; para que se fuese a la marina.
Lo recuerdo preocupado y molesto, pero aún así lleno de vida.
Me recuerdo recostada en el brazo de su sillón preguntandole porque no se iba a dormir... Lo recuerdo recriminandome que yo seguía despierta (aún sigo sin irme a la cama antes de las 2am)... Lo recuerdo dandome las buenas noches y sonriendome. Ahora tengo 34 y pienso en él y digo: Sólo tenía 49 años. Era un tripón!!!
Alto, hermoso... Era un hombron sano y atleta.
Ahora entiendo porque todas las mujeres volteaban a verlo cuando pasaba con su andar erguido, distante, autoritario, ausente. Tan seguro de sí mismo. Tan a sabiendas de que era bello aunque no se lo dijese ni a mi madre.
Lo sé ahora, porque uno de mis hermanos heredo su certeza, su seguridad y si llegase a decir su nombre, muchas que me leen sabrán de quien hablo y dirán: Cooooooo... Siiiiiiiii, está demasiado bueno... además sé, que muchos tipos también opinarían lo mismo (por tipos es que me dí cuenta que el becerro ese es igualito a George Clooney).
Tengo 3 hermanos varones, uno es la réplica de mi padre, fisicamente hablando. El mayor se parece mucho a mi padre cuando era joven pero el menor, tiene su aire, su majestuosidad.
Lo cierto es, que ese hombre que estaba sentado en ese sillón sonriendo a las 12 de la noche, era sacado a la 1.15am por las escaleras de mi casa completamente inconciente, con un infarto fulminante que le mato.
Ese día la palabra Cardíaco entro en mi casa.
Pero fue tan repentino e inesperado, que igual pudo haber sido: Choque de trenes, avión caido, bala en la frente, accidente de vehiculo...
Recuerdo los gritos, la desesperación, la tensa calma de mi madre que tenía que actuar pese al dolor que sentía, recuerdo las expresiones de mis hermanas mayores, la desolación de mis hermanos menores y yo en el medio: Sin palabras, Sin querer entender.
Y aún así ese día, cuando nadie me vio, me encerré en el baño y maldije todas las veces que se puede maldecir a Dios en este mundo y lo hice sin soltar una lágrima, sin remordimientos de conciencia, sin pensar en el juicio final.
Lo hice durante años. Lo seguí haciendo hasta los 12 años.
Y esa maldición me hizo madurar de carajazo. A partir de los 7, se acabaron las barbies y entro la razón y también la coño de madrez que me ha caracterizado, que a veces se disfraza, pero que esta allí, latente, diciendome quien soy.
Por qué recuerdo exactamente el día que deje de maldecir? Porque mi madre decidió que nos mudariamos de nuestra casa de siempre a un departamento más pequeño. Cuando digo pequeño me refiero a que comparandolo, el nuevo apto no era sino la parte de arriba de mi casa.
Era un apto de dimensiones normales pero para mi, era una ratonera sin espacio, sin jardin, sin patio, sin techos que trepar.
Ese día recuerdo que me encerré en el estudio de mi padre y lloré como jamás lo había hecho, como jamás lo he vuelto a hacer.
Ese día, cinco años después fue que entendí que papá no volvería, que Dios era como era, que yo era como era. Que somos principio y fin.
Ese día me dí cuenta que ambos (Dios y mi padre) se quedarían siempre como yo quisiera que estuviesen.
En realidad, lloré más por perder nuestros lugares comunes que por su ausencia misma. Lloré por que me dí cuenta que yo estaba creciendo y que la vida seguía e iba a seguir como lo había hecho esos años.
Ese día mi reciente madurez dio un giro, que hasta el día de hoy me acompaña.
Ese día aprendí a ponerme en los zapatos ajenos. A ver ambos lados de la moneda. Ese día decidí entender más al hombre y menos a Dios.
Mi padre para mi era, como cita W.H Horton: El era mi Norte, mi Sur, Mi Este, Mi Oeste...Mi semana de trabajo y mi domingo de descanso. Mi tarde, mi medianoche, Mi hablar, mi canción...y como finaliza ese poema, tambien pense: que ya nada podía ser bueno... pero...
Mi padre hoy en día es una fotografía principal en casa,
pero una fotografía al fin y al cabo.
Mis recuerdos de él se desvanecieron casi por completo. Fueron despoblados de importancia por otras personas, por otros sentimientos.
Mi padre hoy día es: la forma de mis ojos, mi sonrisa torcida, la forma en que fumo, mis rizos, mis canas, mi contextura, mis manos. El es mi facilidad para dibujar, para medir. El es mi tendencia a Europa, mi facilidad con el italiano, mi dramatismo napolitano. El es mi apellido. El es cada uno de mis hermanos.
Le veo pero ya no le extraño.
Más bien, solo le doy gracias de haber existido. Esa foto en sí me recuerda, no a mi padre; sino que todos estamos y nos iremos de cualquier modo, pero al fin nos iremos.
A donde? no lo sé y muchas veces trato de no pensarlo. Para que? No creo que pueda volver y echar el cuento.
Lo único que ahora sé, es que todos tenemos nuestra muy original forma de defendernos del destino y somos nosotros quienes decidimos que hacemos y como lo hacemos.
Los que se van, no se preocupan por irse. Somos nosotros los que debemos lidiar la falta, llenar la ausencia y aprender a ser mejores o peores.
Que importan unas palabras de más o de menos, para ese ser que después de todo, según rezan algunos, nos ha perdonado desde mucho antes de herirlo?
Bueno... ahora a lo que iba... si, aún falta!!!
Y que mejor que cerrar esta zarta de pendejeras de hoy con este hombre magistral y completo...


Ausencia de Dios

Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,

quedará para siempre en mí, doliente,

persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,

tu corazón de una promesa única

en mí que estoy enteramente solo sobreviviéndote.


Despues de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia

ni que me atreva a preguntar si cabes

como siempre en una palabra.


Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche

desgarradoramente idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.

Hay solamente un eco irremediable

de mi voz como niño, esa que no sabía.


Ahora qué miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,

no tener fe para clavar las uñas,

no tener más nada que la noche,

saber que Dios se muere, se resbala,

que Dios retroce con los brazos cerrados,

con los labios cerrados, con la niebla,

como un campanario atrozmente en ruinas

que desandara siglos de ceniza.


Es tarde. Sin embargo yo daría

todos los juramentos y las lluvias,

las paredes con insultos y mimos,

las ventanas de invierno, el mar a veces,

por no tener corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso

en mí que estoy enteramente solo

sobreviviéndote.

Mario Benedetti.-

2 comments:

Mrs. G said...

Buff... chica, muy buena reflexión... aunque yo no lo veo como que "Dios" me puso esta ó aquella situación... lo veo algo más como una "situación" que el destino hizo que me llegara y de la cual tengo que APRENDER de ella. Al final, esto es lo que nos hace cada día mejores personas no?

Yo estoy segura que de la triste situación con tu padre, hoy en día puedes decir que aprendiste algo y te hizo ser más valiente, no?

Besos!

Nany said...

Mrs. G: Coincido contigo, no hay nada que pase en esta vida que no tenga que ver con tu crecimiento persona. Una cosa es consecuencia de otra.
Besos!